lunes, 18 de enero de 2016

Estrés Cardíaco: cuando el corazón avisa.

“Pues ¿qué provecho gana un hombre si gana el mundo
entero, pero pierde su alma?”. Mt, 16:26.
Infarto y depresión
Un hombre de apenas 32 años entra inconsciente, sin signos vitales a la Sala de Reanimación del Hospital Shadyside en Pittsburg-USA, después de sufrir un infarto cardíaco; dos días después empieza a experimentar una depresión profunda que inquieta de sobremanera al equipo médico que lo atiende y no es para menos…”Se ha descubierto científicamente que una depresión después de un infarto predice la muerte del paciente en los seis meses siguientes con más precisión que ninguna medición de la función cardíaca.” Pág. 37
David, autor de este libro, cuenta que intentó entablar conversación con dicho paciente pero fue fulminantemente rechazado por este último. Conozco a muchas personas que la simple posibilidad de ser atendido por un psiquiatra les causa indignación, como si una conversación con dicho especialista automáticamente los convierte en dementes.  
Quizás el paciente en cuestión por ser graduado de Harvard, por tener un cargo directivo que le exigía muestras de fortaleza ante todos los que le rodeaban, no se podía permitir hablar de su vida afectiva y emocional con un desconocido aun cuando fuera el Jefe de Psiquiatras del Hospital. A los seis meses, un segundo infarto terminó con la vida del hombre sin siquiera darle la posibilidad de llegar al hospital.
En general vivimos con un recelo a la opinión que los demás pueden proferir sobre nosotros, evitamos la crítica porque pensamos tener la razón sobre nuestras propias actuaciones o por lo menos pensamos tener alguna justificación apropiada para cada una de ellas.  De esta forma nos hemos empecinado en obtener respuestas existenciales de un monólogo interior que casi siempre resulta estéril.
En este siglo como en ningún otro de nuestra historia, el egocentrismo se ha vuelto la religión de mas adeptos, todo el mundo está dedicado a  demostrar éxito, riqueza y en general una vida en apariencia feliz frente a la sociedad.
Sin embargo, el costo de la “competencia” está pasando factura y muy cara a todos sus participantes: “En un estudio realizado sobre varios millones de ejecutivos de grandes empresas europeas, mas del 70% de entre ellos se consideraban cansados, bien una buena parte del tiempo o prácticamente todo el tiempo. El 50% decía sentirse totalmente agotados.” Pág. 48.
No dudo que posiblemente existan personas que se sienten plenas y realizadas en un tren frenético de trabajo como el que imponen los tiempos actuales, seguramente porque esa es su vocación y obtienen bienestar y reconocimiento de esa manera, sin embargo estoy seguro que la gran mayoría de hijos de Dios, no le encuentran sentido a su existencia con este modelo de vida, porque sencillamente no es su misión en este mundo.
El mundo moderno impone maratónicas rutinas de trabajo que no les están haciendo bien a la gente, aunque para muchos el tema les resulta indiferente; el hombre del infarto decía que “Para él, el estrés formaba parte de su entorno; después de todo, sus compañeros estaban sometidos a las mismas condiciones que él y no habían sufrido infarto alguno.”
Charles, es otro de los casos comentados en el libro, es un ejecutivo de una gran cadena de tiendas en París, quien consideraba que su trabajo no era tan agobiante como el de sus amigos mas cercanos, sin embargo de un día para otro empezó a sentir palpitaciones inquietantes en su corazón que le habían obligado a consultar a varios cardiologos sin encontrar el origen de las mismas.
El miedo ya le había calado hasta el punto que hacer deporte no estaba entre sus planes e incluso cuando estaba en la intimidad con su esposa se andaba con recelo. Pese al reconocimiento y la trayectoria alcanzada, Charles estaba cansado de su trabajo sobretodo de los comentarios despectivos e hirientes que el Presidente de la Compañía no desaprovechaba oportunidad en dirigirle.
Nunca se había acostumbrado a esta forma de maltrato y a pesar del tiempo aún le seguía afectando intensamente, además veía con impotencia como sus compañeros de trabajo imitaban el mismo tipo de agresividad en sus relaciones con subordinados y en general, en el ambiente laboral de la compañía.
Fue así  como comenzó a pensar que posiblemente las palpitaciones debían tener un componente emocional inherente y posiblemente se pudieran tratar médicamente de una forma alternativa.  Uno de los grandes paradigmas de nuestra sociedad occidental es pensar que todo quebranto de salud se combate con drogas e intervenciones quirúrgicas y que todo lo demás es objeto de sospecha ya que no tienen el rigor científico ni el sustento  estadístico que sí ofrecen  estos tratamientos.
De antemano, no considero a la enfermedad exclusivamente un enemigo externo al que se deba combatir implacablemente a base de medicamentos y de extirpaciones. Antes que nada, la enfermedad es una manifestación espontánea no solo corporal sino también mental y como tal requiere un acercamiento, una comprensión por parte del que la padece tanto a nivel fisiológico como a nivel emocional.
Cuando nos enfermamos estamos recibiendo una información que indica que algo está sucediendo en nuestro ser y esto nos está afectando poderosamente al punto de superar nuestras capacidades psíquicas. La enfermedad entonces representa un testimonio de impotencia si se quiere, de que una situación o experiencia nos está superando racional y emocionalmente y por tanto necesitamos ayuda; tu decides si solo te conformas con la ayuda médica o si también investigas qué es aquello que interiormente puede estar afectando tu estabilidad emocional.
Los caminos son muchísimos en esta labor de investigación: la religión, la meditación, el psicoanálisis, etc. Tu decides la forma de hacerlo las posibilidades afortunadamente son abundantes, pero siempre debes estar atento a que lo que hagas para sanarte a nivel emocional debe funcionar y debe verse tanto en tu estado anímico como en tu propia salud, en tu cuerpo.
Si no funciona el reiki o el yoga, por poner ejemplos, no significa de plano que éstas sean prácticas inútiles o falsas, lo que nos quieren decir es que en nuestro caso particular no nos sirven y debemos intentar con otras modalidades de curación emocional. Es exactamente lo mismo que sucede en la medicina convencional: el especialista inicialmente intentará con un medicamento y si el paciente no responde satisfactoriamente intentará con otro, pero nunca se puede decir que la droga que el médico prescribió inicialmente es inservible.  

Corazón Intrépido.
A Punto de Estallar
Todo profesional de la salud sabe que los intervalos que transcurren entre los latidos sucesivos del corazón nunca son iguales entre sí y esto representa un sinónimo de buena salud que permite asimismo avisorar la armonía fisiológica del corazón y en general  de todo nuestro cuerpo.
Los gineco-obstetras se preocupan cuando al monitorear el ritmo cardíaco del feto encuentran que éste lleva un compás demasiado uniforme, porque muy probablemente esto indica una afección que es en la mayoría de los casos mortal. Para todos los demás, también funciona así, la simetría del ritmo cardiaco es un signo inequívoco que a la persona le quedan muy pocos meses de vida. Pag. 43
Lo normal es que el ritmo cardíaco esté marcado por aceleraciones y frenazos de igual magnitud que marcan una especie de compás inestable a causa de la interacción constante del sistema nervioso. Un ataque de taquicardia o una aceleración brutal de latidos como los que se producen en un momento de ansiedad, indican una situación anormal donde momentáneamente se ha perdido esa sincronicidad de aceleraciones y frenazos, mas específicamente el equilibrio entre el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático.
De acuerdo a múltiples investigaciones se ha comprobado que el ritmo cardiaco puede subir o bajar conforme a estímulos del entorno, el mismo autor del libro señala como él comprobó en una prueba computarizada donde monitoreaban los latidos de su corazón, como éste se aceleraba cuando le pedían que resolviera sencillos problemas de cálculo aritmético o se desaceleraba y entraba en una relativa calma, cuando le pedían que evocará recuerdos agradables de su infancia.
La prueba en sí es bastante sencilla, ubican un sensor para medir el ritmo cardíaco el cual lleva la información a un computador que finalmente registra las variaciones ante diferentes estímulos, lo que sorprende es que cosas que en apariencia no tendrían ninguna importancia, como por ejemplo separar a un niño de su mascota durante un momento hace que tanto el pequeño como el mismo animal registren variaciones en su frecuencia de latidos.
Por tanto lo que esto indica es que a nivel inconsciente suceden cosas de las que no nos percatamos pero que en sí afectan toda nuestra fisiología. Desde mirar la tele, pensar en alguien, leer un libro, etc. todo de una u otra manera nos afecta, es nuestra percepción sobre el suceso la que define si el efecto es positivo o no tanto.  
Para el caso de Charles, se decidió emplear la misma técnica, la de monitorear su corazón durante 24 horas y a partir de los registros determinar una correlación entre las palpitaciones descontroladas y las crisis emocionales sufridas durante el día. Para ello se pidió al paciente que anotara en un cuaderno la hora y las diferentes actividades que iba realizando.  La evidencia confirmó la hipótesis: “A las once de la mañana, tranquilo, concentrado y eficaz, eligió las fotos para un catálogo, sentado en su despacho. Su ritmo cardíaco mostraba una sana coherencia. Más tarde, a mediodía, de repente, su corazón se hundió en el caos, con, además, una aceleración de 12 pulsaciones por minuto. En ese preciso instante se dirigía hacia el despacho de su presidente. Un minuto después, su corazón latía todavía más rápido y el caos era total. Este estado persistía durante dos horas: acababa de oírse decir que la estrategia de desarrollo que llevaba semanas preparando era “nula” y que, si no era capaz de organizarla de manera más clara, más valdría que dejase que se ocupase otro directivo. Al salir del despacho de su jefe, Charles padeció el típico episodio de palpitaciones, que le había obligado a salir del edificio para calmarse. A mediodía tuvo una reunión. El registro mostraba otro episodio caótico de más de treinta minutos. Cuando le pregunté al respecto, Charles primero fue incapaz de recordar lo que podría haberlo provocado, pero al reflexionar más se acordó de que el director de marketing había comentado, sin mirarle a la cara, que los temas de los catálogos futuros encajaban mal con la nueva imagen que la empresa quería promocionar. De regreso a su despacho, el caos se había calmado y había cedido su lugar a una coherencia relativa. En ese momento, Charles se hallaba ocupado revisando un plan de producción del que se sentía muy orgulloso. A última hora de la tarde, en los embotellamientos de tráfico, su nerviosismo se tradujo directamente en otro episodio caótico. Una vez que llegó a casa, abrazó a su esposa e hijos, y a eso le siguió una fase de coherencia de diez minutos. ¿Por qué sólo diez minutos? Porque, de repente, habían encendido la televisión para ver los informativos…” Pag. 48.
Fue así como Charles comprendió hasta que punto el estrés venía afectando su salud y empezó a entrenarse en unas pautas de relajación conocidas como “coherencia cardíaca” que no es otra cosa que tomar conciencia del estado de tranquilidad o agitación del corazón ante las diferentes circunstancias experimentadas.
Si la persona empieza a sentirse presa de un momento de angustia por algún contratiempo, lo primero que debe observar es que está pasando en su pecho, qué tanta agitación se está sintiendo ahí, lo que también se percibirá en su tensión arterial, su respiración y en general toda su fisiología. No es necesario tener todo el kit médico (estetoscopio, tensiómetro, etc.) para identificar las alteraciones de nuestro cuerpo, solo se necesita hacer una pausa y comprobar lo que en un momento dado estamos sintiendo; la rabia, la tristeza, la indignación, etc. son los sentimientos que mas vulneran la coherencia cardíaca.
Una persona como Charles que durante toda la semana está sometida a unos niveles de estrés y agitación como el que detallaba en su cuaderno, no tardará mucho tiempo en hacer estallar en mil pedazos su corazón, y las palpitaciones no eran otra cosa que el anuncio previo de un riesgo inminente. Para otra persona en cambio, esta misma rutina podría afectarle de una forma distinta (insomnio, espasmos, problemas digestivos,etc.) cada individuo lo somatizará de una forma diferente dependiendo de la propia percepción que tenga sobre la circunstancia o experiencia que esté viviendo.
Incluso puede ser el caso que para lo que para otros es una vida insoportable, para alguien particular sea la vida deseada y en ella se sienta pleno y feliz, en ese caso de seguro no habrá asomo de ninguna afectación de la propia salud, es mas pareciera que en estas personas ese ritmo vertiginoso de vida les diera mas vitalidad y energía.

El latido final

Coherencia Cardíaca
Una vez comprobamos que nos encontramos en medio de una alteración emocional corresponde inducir a la calma nuestro propio estado anímico, en ese preciso instante sirve la vieja receta de tomar aire hasta llenar nuestros pulmones varias veces y contar hasta 10 o 20 para descomprimir el pecho. Al hacerlo, le estamos pisando el pedal al sistema parasimpático, el encargado de frenar la aceleración súbita del corazón.
Pero a la par, debemos ingeniarnos la manera de escaparnos aunque sea momentáneamente de la situación que nos afecta, se trata de distraer la mente unos cuantos segundos desconectandola de aquello que nos perturba para de esta forma quitarle la energía primaria que altera nuestro estado emocional y por ende el ritmo cardíaco.
Para lograrlo, debemos buscar en nuestro interior aquellos recuerdos que al evocarlos nos traen alegría y entusiasmo, o mirar la foto de unas vacaciones inolvidables con nuestros seres queridos, o escuchar una de nuestras canciones preferidas, etc.  Todo es válido, siempre y cuando logremos salirnos de los pensamientos contrariados que generan los malos momentos.
Cada uno debe ir seleccionando esos elementos de su preferencia y que por lo demás son diferentes para cada individuo.
Un buen criterio y que por lo general resulta útil para seleccionar un elemento inspirador es cuando al recordarlo o mirarlo se nos escapa involuntariamente una sonrisa o cuando al escuchar una canción inmediatamente comenzamos a tararearla. Los elementos inspiradores son como amuletos de nuestro espíritu que nos sirven para no sucumbir impotentes ante el miedo, la frustración o cualquier otro sentimiento parecido.
Si somos capaces de frenar ese impulso de baja energía, la Coherencia Cardíaca nos dice que posteriormente se debe hablar a nuestro corazón como si fuera un compañero olvidado al que por mucho tiempo le hemos sido indiferente. En la medida que sigamos esa conversación interior, debemos proyectarnos hacia un estado de relajación general del que obtengamos la serenidad deseada.
Cada respiración se debe hacer pausada y lentamente en completa conciencia sintiendo como nuestro corazón se contagia de esa paz interior que nos embarga. También en este momento es útil, traer a nuestra mente momentos que nos inspiran regocijo con el solo hecho de recordarlos para evitar pensamientos que puedan distorsionar el ejercicio.
Hay que recordar que aunque tenemos cuerpo y mente, no somos solo eso, somos mas que nada una realidad espiritual en una experiencia corporal.
Como todo en la vida, esto no va a ser efectivo en el primer intento, toca practicar frecuentemente, hasta convertirlo en rutina. Algunas veces pensarás que estás perdiendo el tiempo y no sirve para nada, sin embargo después de dos meses entrenandose en dicha técnica, “...Charles había vuelto a practicar deporte y volvía a hacerle el amor a su esposa con el entusiasmo que su relación merecía. Frente a su presidente, había aprendido a concentrarse en las sensaciones de su pecho para mantener su “coherencia” y no dejar que se acelerase su fisiología. De hecho, se había tornado capaz de responder con más tacto y hallaba con mayor facilidad las palabras que neutralizaban la agresividad de los demás sin herirlos.” Pág. 50.
Celeste, una niña de 9 años con un caso de ansiedad agudo que le provocaba un deseo irreprimible de comerse las uñas y de paso problemas de insomnio, aprendió a hablarle a su corazón sin necesidad de tardar tanto, como suele suceder cuando los niños aprenden algo. “Cuando me estreso, entro en mi corazón y le hablo al hada que hay dentro. Ella me dice que todo irá bien y, a veces, incluso me dice lo que debo decir o hacer.” Pág. 51
Celeste pudo superar sus problemas de ansiedad y aprendió desde muy niña a comprender desde su interior las cosas que le afectaban (la posible separación de sus padres, llegar a una nueva escuela, etc.) e intentar superarlas con ayuda de los que le rodeaban.
Marie, otro caso referenciado en el libro, a los 50 años empezó a sentir como inesperadamente su corazón se aceleraba en cualquier momento hasta el punto de perder el conocimiento. El cardiólogo le diagnosticó un prolapso de la válvula mitral, una afección benigna que no debía inquietarla, pero cómo no inquietarse  si en mas de una ocasión se había desplomado inconsciente en el suelo, sin saber que generaba tal reacción.
Ante la indiferencia del cardiólogo decidió buscar ayuda de otros especialistas sin encontrar mejoría alguna. Finalmente hasta que comenzó a practicar las pautas de Coherencia Cardiaca, a domesticar su corazón, a hablarle directamente como ella misma lo dice, hasta ese momento fue que comenzó a sentir alivio a sus quebrantos.
Nuestro cuerpo y mente no son más que elementos necesarios para que nuestro espíritu pueda desarrollar una experiencia temporal en este mundo, si queremos prolongar dicha experiencia en el tiempo, como todo lo demás en la vida esto requiere unas condiciones de uso adecuadas. Hay cosas para las que nuestro cuerpo y mente no están hechas como por ejemplo el dolor y el sufrimiento, alguien que viva por mucho tiempo bajo su influjo tiene pocas posibilidades de tener larga vida.
Es como pensar en andar en bicicleta en un pantano, aunque te esfuerces podrás pedalear unos cuantos metros pero al poco tiempo veras lo inútil que resulta hasta que te hundas por completo en el fango. Así como las bicicletas no fueron hechas para andar en el lodo, nuestro cuerpo y mente no fueron hechas para muchas circunstancias y experiencias a las que nosotros mismos los sometemos.

Manuel Arévalo
Tels.: 474 9802 - 301 5098068.