martes, 31 de marzo de 2015

Biografía de mi cáncer por Patricia Kolesnicov.[1]

A los 34 años Patricia fue diagnosticada con cáncer de mama pese a contar con el estado físico de una nadadora olímpica y haber tenido una juventud de férrea disciplina atlética.  Nunca se le ocurrió que ella fuera parte de aquella excepción estadística que señala que una mujer a los 30 años tiene un 0,4 por ciento de probabilidad de contraer cáncer de mama. “Que una mujer de 40 tiene una posibilidad entre 1.200 de desarrollar la enfermedad…” sobretodo cuando no hay un antecedente familiar siquiera a la vista en las ultimas 4 generaciones.

De ese diagnóstico habrán pasado 16 años y hace de Patricia un caso digno de analizar por todo lo que puede aportar para afrontar el cáncer y literalmente no morir en el intento. En primer lugar vale la pena comentar que Biografía de mi cáncer parece mas un diario que una biografía, su estilo es muy íntimo, describe en primera persona todo a la vez: pensamientos, sensaciones, percepciones de la autora, desde el momento en que le encuentran  un “Carcinoma ductal infiltrante de tipo no especial NOS, grado histológico III, grado nuclear III, con algunos focos de carcinoma intraductal de alto grado GN III, de tipo sólido”.

Patricia ejerce actualmente como editora cultural para el Diario El Clarín y ha conducido programas para radio y televisión.  Se ha casado dos veces: en1989 con Juan Pablo y en el 2011 con Olga, su pareja, quien la ha acompañado incondicional durante los últimos 20 años Aprox.  Del libro se puede calcar una mujer temperamental aguerrida y de un “optimismo pelotudo” como ella misma se describe, que toma decisiones con base en sus propios argumentos y no tanto en lo que los demás le puedan aconsejar, de un humor y sarcasmo original capaz de describir la situación más dramática produciendo carcajadas.

Es en resumen, una mujer de su tiempo que vive, siente y piensa como tal y ello permite que su experiencia sea muy provechosa para todos aquellos que no nos consideramos héroes, ni protagonistas de historias épicas, sino seres humanos que se enfrentan con sus talentos y debilidades a la más dura prueba de vida: el cáncer.



Quimio, radioterapia y la feria alternativa

Para empezar y dejar clara la visión de la propia autora, el cáncer no fue una experiencia edificante, tampoco la hizo más sabia, ni mejor mujer, todo lo contrario ella ve su enfermedad como un yerro, algo que no debía suceder y que en el balance solo le dejó una profunda animadversión a todo lo relacionado a la enfermedad. [2]

Sin embargo enfrentar un cáncer si nos lanza al mayor dilema como seres humanos: decidir si vale la pena seguir en este mundo o si en definitiva es el momento de descansar y darle punto final a todo. Cualquiera que sea la decisión, nadie tiene derecho a juzgarla desde ningún punto de vista mucho menos desde el marco difuso del bien y el mal.

Lo que si es claro es que si elegimos el camino de la vida no hay lugar a vacilaciones, todo nuestro ser se debe enfocar en salir adelante sin escatimar esfuerzos de ninguna índole tanto en el plano médico, físico, emocional y espiritual. Es una pelea donde nos subimos al ring con mucho en contra nuestra sobre todo el miedo, sin embargo gran parte de la victoria depende de nuestra resistencia física y mental para soportar los golpes de la enfermedad y llegar al round 12 con ganas de seguir dando la pelea demostrando de esta forma que vale la pena seguir nuestra vida.

Patricia cuenta en su libro que el cáncer la tomó desprevenida, totalmente absorta en sus obligaciones del día a día y que cuando palpó ese bultito en su “teta derecha” pensó que solo era un síntoma menor para buscar una cita médica de rutina.

A veces somos devotos creyentes aun siendo ateos radicales, confiamos con una fe ciega en nuestra propia suerte, como si ella nos hubiera hecho un pacto de protección y así vamos por la vida sin mayor cosa de que preocuparnos solo de lo cotidiano porque sencillamente hasta el momento nada malo nos ha pasado, pero es que acaso los imprevistos suceden después de pequeños percances premonitorios? la vida puede cambiar en un instante sacandonos del carril y haciendonos chocar con lo que se encuentre a nuestro lado.

Nadie quiere pensar en el cáncer como una posibilidad, en el fondo todos asumimos poseer un amparo divino frente a la enfermedad y por tanto el diagnóstico siempre nos toma “fuera de base”, a contrapie, así como ocurrió en el caso de Patricia. Sin embargo,  cuando la evidencia fue irrefutable y no había espacio para dudas, ella tomó la decisión de prepararse, no para la enfermedad sino para el tratamiento que debía afrontar: la quimioterapia.  No es para menos, además de ser el tratamiento estándar y medicamente aceptado, es también veneno puro, el gas mostaza fue el componente utilizado para las primeras quimioterapias después de ser utilizado durante la primera y segunda guerra mundial con efectos tan devastadores sobre los campos de batalla.

En ultimas, la quimioterapia no es una opción ni tampoco es eficaz, es lo único que tienen los médicos para tratar el cáncer y hasta que no surja algo con resultados superiores va seguir siendo el tratamiento recomendado. Patricia lo resume así: “No todo el mundo coincide en que la quimioterapia es la solución y el cementerio está lleno de pacientes que pasaron por este tratamiento. Lleno de cánceres a los que sólo mató la muerte del cuerpo que integraban.”

Patricia planteo su estrategia en el terreno de la desintoxicación inicialmente se concentró en liberar toda sustancia que implicara trabajo de purificación dentro del organismo, ella necesitaba que tanto riñones como hígado concentraran toda su energía en soportar las dosis administradas del paclitaxel y la doxorrubicina, la combinación de medicamentos elegida para combatir su cáncer.

Por el momento se acababan los típicos asados de fin de semana y la carne roja de los días ordinarios, también salieron del menú los enlatados, la leche, los huevos, las harinas refinadas, el alcohol, las gaseosas, el azúcar, los edulcolorantes,  el té y el café.  A partir del diagnóstico, la porción de proteínas vendría del pollo orgánico y el pescado fresco, probaría el azúcar de maíz y degustaría el café de malta.

Si la Organización Mundial de la Salud comenzó a alertar recientemente sobre los inminentes riesgos para los seres humanos del consumo permanente de carnes rojas entonces probablemente el plan de desintoxicación de Patricia tenía mucho sentido y era altamente conveniente. Debemos tener en cuenta que nos enfrentamos a un cáncer y como tal, muchos aspectos de nuestra vida como hábitos y costumbres entre ellos uno de las mas importantes la alimentación, no puede seguir siendo igual.

A la enfermedad llegamos como producto de todo lo vivido y por tanto vale la pena revaluar cada uno de los aspectos que componen nuestras vivencias con miras a posibilitar una curación porque basicamente la prueba del cáncer se supera en gran parte con cambio y transformación.

Continuando con la historia que nos atañe, en el caso de Patricia la radioterapia se le aplicó a la par que la quimio por la mayúscula razón de tener un “tumor de alta agresividad biológica”. Los efectos de ambas se sintieron al tiempo sin forma de distinguir los unos de los otros y quizás, también de paso, haciendo que el viacrucis fuera menos tormentoso.

Pero Patricia nunca estuvo satisfecha con el manejo que los especialistas le daban a su enfermedad, no porque cuestionara algo desde el punto de vista médico, sino porque en el tratamiento ella no hacía parte del proceso como ser humano con alma, corazón y psiquis.  Es por esto que por iniciativa propia, busca soluciones alternativas que la incluyan dentro de su lucha contra el cáncer: “¿cómo no buscar un tratamiento alternativo? ¿Cómo desconocer la indiferencia de los alópatas por el todo, la soltura con la que un especialista al pasar te dice “te van a salir llagas en la boca y en la vagina”?....“Todo el mundo tiene su médico y es urgente hacer una interconsulta, todo el mundo tiene su brujo y hay que verlo, todo el mundo tiene su médico chino, su macrobiótico, su naturista, su inmunólogo.”

En esta búsqueda reseña todo lo que  vio y escuchó en esa exploración, desde la dieta macrobiótica para impedir que la quimioterapia ataque el corazón y las arterias: té de llantén, desayuno con bollitos de mijo y calabaza y jugo de dos zanahorias, media manzana y media naranja, té de marrubio, arroz integral, gomassio, hakussai, papa ñame, hongos shitake, sopa de bacalao, sopa de porotos aduki con algas kombu.”

También se encontró con el facilísimo remedio del aloe vera “Dos hojas grandes (o más, si son pequeñas) de esa planta ‘Aloe Vera’ (peso total de unos 300 gramos más o menos). Que no sean ni muy viejas ni muy jóvenes. Tras lavarlas (para quitarles el polvo), quitar las espinas del borde y recortar ligeramente sus rebordes. Medio kilo de miel. Siete a ocho cucharadas de sopa de algún cognac o whisky (en otra receta se indican solamente 3 o 4 cucharadas). Pasar todo ello por una licuadora durante uno o dos minutos.”… “Por suerte, el jarabe de aloe vera —advierten— se lleva bien con la quimioterapia. No es necesario dejarla.”

De ojear y repasar en internet encontró también “…el libro del doctor Francisco Contreras, que te mandan por correo por ocho dólares con ochenta: “Este libro reseña los tratamientos alternativos para contrarrestar y prevenir el cáncer. El método del Dr. Contreras incluye crear una atmósfera de oración y alabanza positiva, amorosa y llena de fe; esto, junto con la Palabra de Dios, son las herramientas que usa para combatir el cáncer. Uno de los objetivos del libro es provocar esa misma atmósfera de fe en los lectores…”.

Así mismo, por tres dólares con noventa y nueve, te envían “La cura bíblica. Cáncer”, de Don Colbert: “Forma práctica y fácil de emplear sus múltiples conocimientos médicos para tratar enfermedades como: acidez e indigestión, artritis, cáncer, enfermedades del corazón, diabetes, depresión y ansiedad.”

Y finalmente después de tanto buscar y preguntar llega a un aviso de periódico que reza: si existe cura para el cáncer y solo piden llamar a un teléfono. Cuando llama se presenta un doctor X que dice emplear una sustancia novedosa que se está utilizando en Alemania, además de confesarle un gran secreto hasta el momento celosamente guardado: “que las cifras de curación que dan los oncólogos son falsas: que casi nadie mejora con la quimioterapia”, en cambio con este remedio SI.

Luego de ires y venires no se inclina por ninguna de las anteriores: la sustancia misteriosa y el medico misterioso no le generan ninguna confianza solo sospechas;  los libros no parecen tener mayor garantía solo el nombre del pastor Benny Hinn que vive en USA y ora por tu pronta curación; y de la dieta macrobiótica, Patricia piensa que bastantes drogas han de meterle en su cuerpo como para hacer también de la comida un menú de remedios.

Al final decide aceptar el consejo de una intima amiga y seguir el tratamiento de “yuyos paraguayos” que tan buenos resultados  le dieron a otra amiga con cáncer en el cerebro.  Los yuyos no son mas que plantas medicinales sintetizadas en pastillas variopintas de diferentes tamaños cuyo tratamiento completo asciende a 1500 dólares en modalidad de contrabando al no contar con permiso sanitario. Tampoco es que creyera mucho en su poder curativo, pero prefiere eso a todas las demás opciones ofrecidas y a tener su conciencia tranquila que hasta en este punto jugó alguna carta para salvar su propia vida.

Lo cierto es que alrededor de la enfermedad, no solo del cáncer, se nutre toda una industria de laboratorios, tratamientos alternativos y uno que otro "iluminado" que anuncia "la cura milagrosa" de la enfermedad aprovechando el desespero y la angustia para desangrar el patrimonio familiar. En este punto, es prudente ser desconfiado; si hubieran curas instantáneas ya se comprarían en cualquier droguería y serían masivamente publicados sus beneficios y resultados.



Reflexiones saludables

En la batalla contra el cáncer nada se sabe: no necesariamente mueren los que no creen en Dios ni sobreviven los que creen en El. Quizás si la persona ha cultivado y reforzado su fe por convicción, ésta le ayudará a sobrellevar la enfermedad; pero si por el contrario ante la fatalidad, el individuo presa del miedo y la desesperación decide creer y hace promesas de cambio y transformación en procura de escapar a la muerte, no creo que esto marque la diferencia. Es mas, puede que sea inconveniente ya que además de lidiar con su enfermedad, le tocaría  empezar un proceso de conversión en un momento dificil, en un momento donde su mente y su cuerpo deberían estar concentrados en su proceso de recuperación.

Los procesos de conversión conllevan reflexión, inquietudes, dudas, etc. que por lo general requieren tiempo considerable para poderlos asimilar y reconciliar a conciencia. Sin embargo en la literatura tenemos muchas casos donde a raíz de una enfermedad letal, la persona encontró el momento propició de acercarse y creer en Dios.

Este no es el caso de Patricia.  De plano,  en un primer momento y al conocimiento del diagnóstico de cáncer, sienta posición con respecto a la fe: “Si hubiera un dios, un dios de todo el Universo y también de cada uno, si hubiera un dios que le diera un sentido a mi enfermedad, si hubiera un dios todopoderoso que hubiera decidido —o consentido— una mutación de mis células... ¿se enojaría ese dios si yo me negara a ver su maldad como prueba de su existencia? ¿Cambiaría ese castigo ya otorgado por salud y vida si, por miedo a morir, aceptara su presencia? Si hubiera un dios, ¿sería tan mezquino? Y si efectivamente este dios razonara de esta manera extorsiva, ¿no probaría esto que dios es una cabal creación humana? O dios no existe, o ya decidió, o no es sensible a mi indiferencia. Estoy salvada.”

Este es un ejemplo elocuente de la manera como alguien sabe sincerarse consigo mismo alrededor de un aspecto tan importante como la fe en Dios. No digo que sea bueno o malo, correcto o incorrecto, en la fe como en muchas cosas de nuestra vida, usted puede creer cualquier cosa, al final por el simple hecho de creer ya le está dando vida a esa idea o creencia. Pero lo fundamental es que cualquiera que sea lo que piense sobre creer o no en Dios, es que sea una elección libre de miedo, ya que el miedo contradice desde todo punto de vista una idea coherente de Dios.

Como a Patricia a quien tampoco le desvela encontrar la respuesta justificada del ¿por qué a mí? Desprecia todas las ideas que sugieren como causa de la enfermedad un equívoco en la forma de asumir la vida, una expresión del propio yo, una represión de la rabia, etc; no se siente responsable en forma alguna de la aparición del cáncer y por tanto lo considera extraño, ajeno a sí misma, que así como apareció así también se debe marchar. Se llena de razones para creer porque ella puede ganar la batalla, como por ejemplo su postulado de que el cáncer es una proliferación de células imbéciles incapaces de especializarse o que es una distracción  momentánea del sistema inmunológico.

Al cáncer Patricia le agradece el haberla vacunado contra el miedo, ese mismo miedo endémico que compartimos con nuestros congéneres: el miedo a ser asaltada en la calle por algún delincuente, el miedo a perder el trabajo, el miedo a terminar con nuestra pareja; todo esto que antes nos aterraba de solo pensarlo ahora te encuentras que no significa mayor cosa después de ser diagnosticado con un cáncer.  Es como si la enfermedad automáticamente nos construye una nueva tabla de temores o en definitiva nos blinda contra el miedo cualquiera que éste sea.

Y por si acaso, si el cáncer tiene que ver con no poder hacer lo que se desea, Patricia se permitirá, por lo menos durante la enfermedad, hacer lo que se le venga en gana como un dogma de vida. De ahora en adelante se jura no callarse nada, no habrá excusas para hacer lo que no quiere ni para estar donde no desea; la delicadeza y el decoro no serán su norma de conducta, es una deliciosa licencia que el cáncer concede a sus víctimas,  que por lo general ninguna reclama para beneficio propio.



Las propiedades curativas del campo

Justo después de terminar el tratamiento, Patricia decide pasar 4 meses fuera de la ciudad, en el campo, alejándose del cáncer como ella misma lo dice.  En la chacra, es como si ella pudiera alzarse por encima de toda su vida y desde arriba delinear lo que sigue de ahora en adelante, es como volver al mundo pero resguardada en la distancia, entre tomates, vacas y el infinito horizonte.

De nada sirve ir al campo, a los páramos o al fin del mundo si se quiere, si nuestra cabeza se quedan en el mismo sitio: en las preocupaciones y problemas de siempre. La gracia está en comulgar con el lugar donde uno se encuentre y en ese sentido Patricia le dio un vuelco a sus pensamientos para ella el cuidado de la huerta, el ajuar de la casa, cazar las serpientes invasoras, se vuelven de momento las razones principales de sus días.

Desenchufada de lo que compone su rutina, en la huerta o en la playa, Patricia toma conciencia de sus posibilidades, quizá el camino sea ir en pos de sus deseos, ahorcar la insatisfacción para que ésta no la termine matando a ella primero y comprender de una vez por todas que somos mortales, que la vida tiene fin aunque pareciese lo contrario por la forma como nos comportamos los seres humanos.
Sus amigas, las de siempre y también las recientes, aquellas que se vuelven aliadas ante las desgracias, colorearon de alegría y entusiasmo con sus visitas la estadía de Patricia en aquel paraje. Porque para ella sus amigas fueron parte activa de su recuperación y nunca las dejó por fuera de todo aquello en lo que ellas quisieran acompañarla.

A ellas les debe además del constante apoyo, una fuerte motivación para salir triunfante; cada una a su modo constituyó compañía, ayuda, consejo en el momento más oportuno.  Esa es sin lugar a dudas,  una de las mayores ganancias después de haber tenido tratos con el cáncer, comprobar que el patrimonio de sus amistades  no son moneda falsa y están vigentes en la tenacidad de las circunstancias.

Si, el cáncer es un contrincante tan duro quizá por el hecho de provenir de uno mismo, que rodearse de compañía que te anime y "haga barra" es valido y muy útil, que te ayude a celebrar los buenos golpes que le puedas propinar durante la contienda y a darte uno que otro "empujon" cuando sientas que vacilan tus fuerzas.

Gracias Patricia por tu libro porque con él obsequias un molde de franqueza y sinceridad con uno mismo, un proceso necesario para todos aquellos que buscan la curación desde dentro del alma de cada uno. Nos enseña además el poder terapéutico de la escritura, el poder narrar sin escatimar detalles y a su manera, todo aquello que pasa por la piel y la mente de un convaleciente, para redescubrirse como persona y usar este acerbo anecdótico como medio de liberación.


[1] La información de este escrito se ha extraído fundamentalmente del libro Biografía de mi cáncer. Editorial Sudamericana, Buenos Aires. 1era. Edición 2002.
[2] “Yo odio a los que tienen cáncer. Odio a los que luchan contra el cáncer y a las fundaciones amigas. Odio a los gurúes alternativos, felices de mostrar el camino de la salvación. Odio a los que interpretan y a los que comprenden y a los que saben lo que tengo que hacer. Odio a los que me lo dicen por mi bien. A los que derrotan todo tratamiento. A los que reinciden. A los que se mueren de cáncer, ésos son los peores.”

jueves, 5 de marzo de 2015


Como sobrevivir al cáncer por Lance Armstrong.[1]

Hace mas de dos años que Lance Armstrong aceptó públicamente a los medios que durante toda su carrera deportiva incluyendo las 7 veces que ganó el Tour de Francia se dopaba frecuentemente.  Alega que no hacía nada diferente de lo que hacían sus colegas de profesión, es decir que estaba en igualdad de condiciones frente a los demás competidores y por tanto no gozaba de ninguna ventaja.

En resumen aceptó que se metía en el cuerpo, todo lo habido y por haber para mejorar su desempeño físico:  EPO[2], testosterona, cortisona, hormona del crecimiento pasando por transfusiones de sangre, entre otras sustancias.  Todo por el deseo irrefrenable de ganar y seguir ganando, de cultivar su halo de invencibilidad, por el dinero y la vanidad de pertenecer a la elite del deporte internacional.

Pero este escrito no recabará en el decepcionante final de este ídolo del que hasta hoy se sigue hablando y no dejan de conocerse detalles de sus artimañas para hacerse a los títulos. Lo que aquí expondré es del único triunfo que seguramente Armstrong se ganó legítimamente y que nadie podrá nunca dejar en entredicho: derrotar al cáncer.

No es fácil encontrar un superviviente del cáncer como Armstrong quien ya casi alcanza 20 años desde el día que le fue diagnosticado cáncer testicular en fase 3 con amplia metástasis en los pulmones y cerebro. En la actualidad, la definición que se utiliza para los supervivientes de cáncer es “aquella persona que ha padecido un trastorno oncológico y lleva libre de tratamiento y de enfermedad un periodo mínimo de un año”.

Sin embargo, todos sabemos a partir de nuestra experiencia personal que conseguir un superviviente del cáncer de mas de 5 años lamentablemente no es muy común en nuestro entorno, ni que decir de los de 10 años o mas.

Por tanto, un caso como el de Armstrong es digno de enmarcar. No se puede desconocer que él tuvo a su disposición los mejores especialistas del mas alto nivel académico en USA y que las operaciones y el tratamiento a los que se sometió no tuvieron compás de espera, todo se hizo al término de la brevedad, sin embargo y con todo esto, la probabilidad de superar la enfermedad era de un 5 a 3% como finalmente le confesarían mucho tiempo los mismos especialistas.

Pienso que en este caso como en otros similares,  para vencer el cáncer no es suficiente la asistencia médica especializada pese a los avances que la oncología va alcanzando en el presente, hay otro elemento preponderante que definitivamente determina el éxito o fracaso de la intervención médica y marca la diferencia entre los que sobreviven y los que dejan esta vida, a saber ese diferenciador es el propio paciente.

A continuación detallo la estrategia de vida que Armstrong puso en práctica durante y después de su batalla contra la enfermedad. Es un conjunto de planes de acción que dejan ver que para L.A su competencia mas dura fue sin lugar a dudas ganarle el pulso al cáncer y por ello desarrolló todo un esquema de lucha sin dejar lugar a la improvisación o al azar.

Solo quien se ha enfrentado con el cáncer conoce el miedo en su manifestación mas cruda, todos los problemas a los que la persona se había enfrentado no son nada comparables con el diagnostico de un cáncer y como tal es un desafío que exigirá lo máximo de sí mismo en todos los sentidos: físico, emocional, espiritual, etc.

Siempre triunfante.

Después del impacto emocional del diagnóstico que es como un balonazo en la cara, un shock de tal magnitud que pareciera que “la sangre comenzara a fluir en dirección contraria” utilizando las palabras de Armstrong; viene poco a poco la calma y la intención de sobreponerse a la situación tan agobiante. Es entonces cuando toca decidir la actitud frente a la enfermedad: optimismo o derrota.  

Aunque la actitud positiva por sí sola no garantiza poder vencer el cáncer, si es imprescindible ser optimista para tener fuerzas y estar en condiciones de dar la lucha contra la enfermedad, en cambio el pesimismo por sí solo condena a la muerte irremediablemente ya que desde ese momento la persona se convierte en presa fácil incapaz de defenderse frente a la amenaza que le sobreviene.

El optimismo de Armstrong fue sui generis, es ese optimismo que nace prácticamente de la nada  que no se sustenta en una posibilidad real a favor, como quien juega una lotería. Cuando le extirparon el tumor del testículo y mientras él pensaba que sus desgracias estaban próximas a terminar su oncólogo el doctor Youman le dice: “tu cáncer testicular estaba en tercera fase, esto es, en el peor de los escenarios posibles, tienes tres tipos de cáncer en tu cuerpo, el mas maligno de los cuales es el coriocarcinoma, una variante muy agresiva que se transmite por el flujo sanguíneo y es muy difícil de detener”. 

De otra parte y para agravar las cosas, durante esos primeros días de tratamiento le notifican la desagradable sorpresa que el seguro no le iba a cubrir los gastos médicos del cáncer ya que éste había sido catalogado como una preexistencia y por tanto quedaba excluido automáticamente de su beneficio médico. Así que además de la zozobra por la evolución de la enfermedad se le suma la preocupación de cómo pagar las cuentas de su propio tratamiento.

Cabe aclarar que aunque Armstrong a sus 25 años era un ciclista profesional y tenía en su palmarés algunos títulos destacados, no era aún la figura célebre ni millonaria que algún día se habría de convertir, por ende pagar de su bolsillo el tratamiento era igual a un futuro lleno de privaciones en caso de sobrevivir. 

De igual forma, cuando una persona es diagnosticada con cáncer automáticamente empieza a pertenecer a una comunidad de lucha, dolor y sufrimiento donde cada victoria es celebrada como propia y cada muerte devasta incisivamente el alma. Precisamente Stacy Pounds, amiga cercana quien había acompañado a Armstrong desde el momento que se enteró de su enfermedad, moría de un cáncer incurable en tan solo tres meses desde que le fue dado el diagnóstico.

La experiencia del cáncer es también una sensibilización hacia todos aquellos que sufren la enfermedad; en las unidades oncológicas, en las sesiones de quimioterapia se encuentran niños, jóvenes, mujeres, dando una batalla literal de vida o muerte. Su aspecto habla por si solo de los estragos del cáncer y del propio tratamiento, son imágenes sacadas como de un campo de concentración que por el contrario antes de estimular termina doblegando el ánimo del que llega sea paciente o simple acompañante.

Para completar este sombrío panorama, los médicos le habían prevenido que si lograba sobrevivir a la enfermedad, era muy probable que terminara estéril producto de la quimioterapia, en ese momento Lance no estaba casado y mucho menos tenía hijos, apenas estaba comenzando a recibir los réditos de todo el esfuerzo y disciplina invertidos en el ciclismo y a nivel sentimental su estilo de vida aun no lo conducía a una relación estable idónea para ser un compromiso matrimonial.

Pero a pesar de todos estos elementos desalentadores, Armstrong ya había tomado la decisión de ganarle al cáncer antes de comenzar el primer round.  A todos les decía lo mismo: “voy a superar esto sea lo que sea”, “estoy decidido a luchar contra esta enfermedad y voy a ganar”, “el cáncer eligió al tío equivocado; cuando eligió un cuerpo donde vivir, cometió un gran error”.

Cuando las probabilidades que los especialistas le ofrecían no le favorecían, se aferraba a esas pocas posibilidades y creía, creía ciegamente en los médicos, en los tratamientos, en la cirugía, creía en todo eso y en lo que ellos hacían para salvarle la vida. Cuando veía que las personas a su lado desfallecían como su madre, su novia, sus amigos mas cercanos, él les salía adelante y se encargaba de inyectarles el ánimo que se había ido de sus caras: “tranquilos, voy a conseguirlo”, “Estoy listo para machacar esa cosa.  Estoy preparado para la operación. No me veréis en un rincón, con miedo a que me lleven al quirófano”.

Esa confianza mental que él transmitía en sus palabras al mismo tiempo se reflejaba en la forma de resolver uno a uno cada problema de modo práctico: por ejemplo, cuando se encontró sin el amparo del seguro médico, sin vacilar un instante vendió su mas apreciado bien, el auto deportivo que con tanto esfuerzo había adquirido, seguro que en sus circunstancias un Porsche último modelo guardado en un garaje, era muy poco lo que podía ayudarle a sobrevivir.

De otro parte, no conforme con la lastima hacia los enfermos de cáncer a quienes conoció de cerca y compartió de su sufrimiento y dolor, Armstrong decide crear la Fundación Livestrong, una organización benéfica de lucha contra el cáncer e instaurar la Vuelta de las  Rosas con el objetivo de recoger recursos de todos aquellos involucrados y participes del ciclismo profesional. Lance siempre considero a la Fundación la solución perfecta a esa especie de limbo en el que se encontraba él mismo después de salir de las quimioterapias y en espera de volver a reincorporarse a su vida normal.

Así mismo ante la gran posibilidad que las quimioterapias lo dejaran estéril, acudió a un banco de esperma justo antes de comenzar el tratamiento, con su confianza firme y absoluta en que la vida le daría la oportunidad de criar y ver crecer a esos hijos, aunque lo que se jugará en ese momento no era su posible descendencia sino la manera de mantenerlo con vida. Hoy Armstrong tiene cinco hijos en gran parte gracias a esa confianza indisoluble que lo caracteriza.

Otra de las características mas destacadas de Armstrong, sobretodo al afrontar el cáncer es que nunca catalogó una idea como absurda ni descabellada, para él todo era válido siempre y cuando hubiera una posibilidad, por muy remota que pareciera, de que repercutiera en la mejoría de su salud y bienestar. En el cáncer nada se debe descartar de primerazo, todo merece una evaluación de sus beneficios e inconvenientes ya que en un giro inesperado, estas ideas extraordinarias pueden convertirse en la única opción para seguir adelante.

 

Soy Lance Armstrong y tengo cáncer.

Armstrong nunca intentó mantener en secreto su enfermedad, desde el primer día del diagnóstico fue comunicando la noticia a todos sus familiares, conocidos y luego a la opinión pública en general. El día que le confirmaron el tumor testicular y las metástasis que había hecho en su cuerpo, decidió uno a uno llamar a sus familiares, amigos y personas cercanas a darles él mismo la noticia.

En las primeras llamadas a las personas mas queridas como su madre, su novia, su representante, no pudo reprimir el llanto, de hecho no fue capaz de decírselo a su madre directamente sino por medio de su médico de cabecera Rick Parker, quien lo había acompañado durante los chequeos y exámenes para diagnosticar la enfermedad.

Se pasó una tarde y una noche llamando a las personas a quienes él sabía que les podía interesar lo que estaba sucediendo en su vida, con cada llamada su explicación de la situación se volvió mas tranquila y serena y de esta forma fue asimilando paulatinamente su nueva condición, tomando conciencia que estaban por venir muchos cambios en su futuro y se debía preparar para ello.

A los tres días, convocó una rueda de prensa para comunicarlo a sus compañeros de equipo, a sus patrocinadores y al mundo en general.  Las manifestaciones de apoyo no se hicieron esperar, en adelante llegaron infinidad de cartas, correos, postales donde personas de todo el mundo le deseaban pronta mejoría y total recuperación. Armstrong trataba de leerlas y contestarlas todas con agradecimiento y entusiasmo.

Igual con las visitas, él mismo con ayuda de su madre organizó un calendario donde quedaba planeado el horario y número de visitas por día de tal manera que hasta el último día que estuviera en condiciones de recibirlas, nunca se sintiera solo y tampoco incomodo por la cantidad de gente aglomerada en una sola jornada.

El cáncer es un desafío sobrehumano del que se requiere todo el apoyo posible, vivirlo solo y en aislamiento es una opción pero quizás no sea la mejor alternativa; Armstrong a partir de su profesión como deportista sabía lo estimulante que puede ser el apoyo de la gente en las tribunas o a los costados de la carretera y para este trance de su vida, entiende que también puede ser una fuente de motivación adicional para él, la cual nunca estará de mas teniendo en cuenta lo prolongada, agotadora y desgarradora que es la lucha contra el cáncer.

 

Estudioso del cáncer

No hubo librería en Austin o material de internet sobre el cáncer testicular que Armstrong no devorara en su afán de conocer mas en detalle a lo que se enfrentaba e idear la forma de vencerlo: libros de dietas, libros de cómo superar la enfermedad desde el punto de vista emocional, guías para hacer meditación y yoga, artículos sobre los beneficios del aceite de linaza, investigaciones científicas sobre el polvo de soya considerado el remedio natural contra el cáncer, entre otra mucha bibliografía que absorbía con avidez.

Diseñó un calendario donde registraba el día a día de las quimioterapias, las horas y las dosis de los medicamentos para garantizar su administración con estricta puntualidad.  Así mismo, revisaba cada resultado de laboratorio que recibía para tratar de ser testigo directo de su evolución: del conteo de glóbulos rojos, los marcadores tumorales, las pruebas de rayos X; no tenía ningún inconveniente en llamar a su oncólogo de cabecera, a la hora que fuera, para que le explicara él mismo todo aquello que no lograba entender de sus muestras. De esta forma comenzó a comprender las clases de tumor, los medicamentos utilizados en sus propias quimioterapias, el régimen antiemético, etc. hasta el punto de saber de antemano lo que le iban a aplicar en cada jornada y prepararse para sus efectos posteriores.

Armstrong asumió el cáncer como una competencia extrema de ahí que cobrara tanta importancia el tema de las cifras, era su referente, la forma como él podía medirse y hacerse a una idea de cómo evolucionaba la enfermedad, en que medida necesitaba esforzarse mas. Desde el diagnóstico hasta el momento de detectar las lesiones cerebrales, menos de 15 días, los niveles de HCG[3] habían aumentado de 49.600 a 92.380, ahí supo que estaba realmente mal.

Pero en menos de tres semanas con mucha concentración y entregado de lleno al ciclo de quimioterapias había bajado de ese pico de 92.000 y se ubicaba en un victorioso 9.000, hecho que no dejaba de sorprender a los especialistas. Pero Armstrong siempre quería mas, nunca se conformaba con los pequeños triunfos y ésta no era la excepción, al final del tratamiento alcanzó los increíbles 96 de HCG, eso sí, totalmente exhausto, demacrado y pálido como si hubiera corrido la peor contrarreloj de su vida.

Dieta y Deporte

Una de las claves de la lucha contra el cáncer es sin lugar a dudas la revisión de los hábitos de vida: el sueño, el descanso,  la dieta, la actividad física se convierten en elementos esenciales dentro de un proceso de recuperación.  Precisamente en cuanto a la comida, Armstrong no dejando nada al azar seleccionó una lista de alimentos a partir de consultas y bibliografía especializada para definir la dieta que mas se adecuaba al tratamiento de quimioterapias.

El menú constaba básicamente de pollo de granja, brócoli, cero azúcar, nada de quesos ni otras grasas y mucha vitamina C para combatir las toxinas de las quimioterapias. Pero por encima de todo lo que mas le ayudaba a Armstrong era rodearse de las personas mas importantes de su vida, eliminar de su dieta diaria el mal genio, las preocupaciones rutinarias que componen la vida de todos los seres humanos, los disgustos innecesarios, etc. En su hogar había la paz y la calma necesaria para concentrar todos sus pensamientos y fuerzas para recobrar el estado de salud.  

Solo hasta cuando los efectos de la quimioterapia se lo impidieron, Armstrong siguió ejercitándose físicamente lo que incluía caminar por lo menos una hora al día y montar en bicicleta durante gran parte de la tarde en compañía de sus amigos. Para él seguir pedaleando la bicicleta significaba no sentirse enfermo. Asociaba el cáncer a una gran carrera ciclística donde la concentración y el esfuerzo son elementos imprescindibles para alcanzar la victoria. Seguir moviéndose significaba estar sano. “Muevete, si puedes moverte es que estás sano”.

Montado en la bicicleta podía sentir como de ninguna otra forma, los estragos de la enfermedad y lo duro que le golpeaba la quimioterapia. Varios días después de haber concluido el ciclo de quimioterapias y en contra de las recomendaciones médicas, salía en su bicicleta y a unos pocos metros se desplomaba, desvanecido en el mareo y la debilidad. Pero lo seguía intentando al día siguiente con una terquedad a prueba de suplicas.

Es que la bicicleta para Armstrong no era la simple forma de ganarse la vida, es lo que le ha dado y seguiría dando sentido a su existencia; separarse de ella lo dejaba a la deriva, desubicado, sin una herramienta valiosísima para seguir la lucha, sin un objetivo claro hacia donde invertir esa nueva oportunidad de vida.

 

La mejor lección de vida

A ciencia cierta no se sabe porque muchos sobrevivientes del cáncer sienten agradecimiento y satisfacción hacia algo que paradójicamente pudo haber acabado con su existencia. Quizás quien vive el cáncer como un desafío para acceder a una segunda vida, una completamente nueva y diferente, entiende que la enfermedad sobrevino para darnos un sentido mas amplio del mundo, de las cosas y de nosotros mismos.

Con la enfermedad se muere todo eso que sustenta aquella vida que nos condujo a conocer cara a cara el cáncer.  Todo aquello que le es imposible sobrevivir a un renacer, a una transformación radical de nuestra conciencia porque está encallado en la propia autodestrucción, en seguir una ruta que es contraria hacia la evolución de nuestro espíritu.

Así como el propio Armstrong lo resume en las siguientes frases:

“La enfermedad me humilló y me abrió los ojos, forzándome a analizar mi vida de una manera más objetiva”.

“La verdad es que el cáncer es lo mejor que me ha pasado nunca. No sé por qué incubé esa enfermedad, pero hizo maravillas en mi vida, y no me gustaría perderla de vista”.

“Cuando estaba enfermo fui testigo de más belleza, éxitos y verdades en un solo día de lo que había visto en cualquier carrera ciclística, pero se trataba de momentos humanos, no milagrosos”.

“Esa enfermedad me llevaría a examinarme mas como persona de lo que había hecho jamás, y adoptar en consecuencia una ética diferente”.

“Hasta que tuve cáncer no aprecié del todo como luchamos cada día contra los momentos malos de la vida, como combatimos día a día contra el oleaje de las críticas. El desaliento y la decepción esos son los verdaderos peligros de la vida, no una enfermedad inesperada…”.  

 “Empezaba a ver el cáncer como algo que tuve que padecer para beneficiar a otros”.

“El cáncer me estaba enseñando día tras día, a examinar a mis semejantes con mayor profundidad,  dejando atrás mis ideas preconcebidas”.

“El cáncer no tenía por qué ser una sentencia de muerte. Podría ser el camino hacia una nueva vida, una vida interior, una vida mejor”.

“Ahora sé que sobrevivir al cáncer implicaba algo mas que la convalecencia del cuerpo, porque la mente y el alma, también debían pasar por ese proceso”.

“La única cosa de la que me ha convencido la enfermedad, mas allá de toda duda, mas que todo lo que he vivido como atleta, es que somos mucho mejores de lo que pensamos. Disponemos de unas capacidades que no usamos, y que en ocasiones solo emergen cuando pasamos por una crisis”.

“Me mantengo firme en la creencia que el cáncer no es una forma de muerte. A mi me gusta redefinirlo: forma parte de la vida.”

 

El cambio de vida. 

La vida de Armstrong cambió en muchos sentidos después de afrontar el cáncer. Si no hubiera sido así entonces la enfermedad habría sido un episodio de dolor, sufrimiento y muerte. Solo los cambios y la transformación de la vida justifican que alguien sea merecedor de una segunda oportunidad, pero si se clama por un tiempo de mas para seguir haciendo exactamente lo mismo que nos condujo directamente al cáncer entonces esa suplica no tiene ningún sentido.

 A nivel profesional Armstrong se convirtió en un competidor distinto, dejó de ser el ciclista intrépido,  sin control de su fuerza y energía al punto de desbaratar su bicicleta, corriendo en competencias de un solo día, para pasar a ser el ciclista de ruta que siempre había deseado, entrando a la elite del ciclismo internacional compitiendo en carreras de tres semanas pedaleando durante 6 a 7 horas todos los días, andando por interminables llanuras o escalando laderas empinadas parado sobre los pedales en extenuantes jornadas.

En su vida sentimental el cambio fue más drástico aún: decidió sacar a Lisa de su vida, la novia que lo había acompañado paciente y constantemente durante toda la batalla contra el cáncer, alegando  que “el cáncer puede hacer dos cosas con una relación: o hace que sus miembros estén más unidos  o los separa y, en nuestro caso, nos separó”. 

Para Armstrong, en la relación con Lisa ya no había mas que ofrecer ni nada mas que esperar, solo agradecimiento invaluable, pero de eso no puede vivir una relación.  Algún tiempo después inicia una nueva relación que lo motiva de sobremanera a hacer cosas nuevas, cosas que hasta ese momento de su vida no había emprendido como viajar, casarse y posteriormente tener hijos.

No todo su actuar fue ejemplar después del cáncer, también hubo lapsus de vagancia y ocio dedicado a la bebida y al exceso de comida, con arrebatos inusitados de botar todo por la borda incluyendo el ciclismo con lo que ello implicaba para sí mismo, de añoranza por volver a los estudios y  en otros días con ganas de emplearse en cualquier oficio para ganarse tranquilamente su vida.

La supervivencia del cáncer no hace hombres perfectos, ni dioses, ni santos, prueba de ello es el propio Armstrong ganando siete títulos consecutivos haciendo doping, sin gesto alguno de arrepentimiento. Seguiremos siendo humanos antes y después del cáncer, cometiendo errores, quizá faltando a la ética o en el peor de los casos cometiendo delitos.

Vencer el cáncer nos hace mas fuertes, valientes y decididos, si esto se logra canalizar hacia fines dignos  estaremos evolucionando en la escala espiritual y acercándonos al verdadero sentido de nuestra venida a este mundo.

 

Manuel Arévalo González

Cel. 301 5098068

e-mail: psicoregeneración@gmail.com        Blog: psicoregeneracion.blogspot.com/.



[1] Toda la información de este artículo fue extraída del libro biográfico  Mi vuelta a la vida de Lance Armstrong y Sally Jenkins. Editorial Del nuevo extremo 2010.
[2]  Medicamento utilizado en pacientes con enfermedad renal crónica, como complemento para las diálisis y en los ciclos de quimioterapia.  Como método de dopaje ayuda a los deportistas a tener mayor resistencia al ejercicio físico.
 
[3] Gonadotrofina Coriónica Humana, hormona que estimula los ovarios en las mujeres y en los casos de cáncer testicular se convierte en un marcador tumoral bastante fiable.

lunes, 9 de febrero de 2015



El dolor fantasma se cura viéndolo.

La mayoría de las personas que sufren amputación de órganos (50-80 %) dicen experimentar sensaciones incomodas o dolorosas sobre el miembro amputado (quemazón, picazón, hormigueo, golpe, etc.) tal como si la pierna, el brazo cercenado  estuviera aun unido al resto del cuerpo.  No hay explicación científica aceptada sobre esta afección conocida como “dolor del miembro fantasma”, lo que si se sabe es que gran cantidad de pacientes lo sufren penosamente durante toda la vida sin encontrar un remedio efectivo a este problema.

De acuerdo a los estudios se dice que hay mayor incidencia de padecer fuertes e intensos dolores cuando el miembro amputado presentaba dolor al momento de ser separado del cuerpo y que no solo se padece a nivel de extremidades también es frecuente encontrarlo en remoción quirúrgica de órganos como seno, ojo, cara entre otros.

Una de las explicaciones más difundidas entre la comunidad científica es que el dolor del miembro fantasma  se debe a cambios de neuroplasticidad  en la estructura cortical del cerebro correspondiente al miembro amputado. Los tratamientos para el dolor incluyen fármacos como opiáceos, anticonvulsionantes, antidepresivos, anestésicos, entre otros.

Más allá del dolor mismo, se debe tener presente  el gran trauma que una amputación genera independiente de la personalidad del individuo que la afronta.  Perder un brazo, una pierna es una gran tragedia para cualquiera si se tienen en cuenta aspectos como el prejuicio estético, las posibles limitaciones físicas, entre otros aspectos que como tal tiene hondas repercusiones emocionales capaces de impactar la condición psíquica y fisiológica de la persona.

Desde esta perspectiva, la amputación se puede convertir en un problema sin solución en el sentido que no hay prótesis que iguale  el órgano perdido y en la persona el dolor emocional va colonizando todos o casi todos los pensamientos sin forma de contrarrestarlo.  En esa crisis,  como una forma de dar respuesta a este problema sin solución, la mente busca de una manera radical seguir manteniendo el órgano amputado aunque sea de una manera sensitiva o perceptiva, es decir el cerebro utiliza los recursos que tiene a su alcance (dolor, hormigueo, adormecimiento, etc.) para cumplir este objetivo.

Entonces, el que la persona sufra dolor aunque ya no tenga la extremidad que lo genera es una respuesta de la mente al problema sin solución de haber perdido un miembro.  El cerebro va ayudar a que se sienta aun presente en el cuerpo y como uno siente lo que duele o molesta, no lo que está bien, por ello la experiencia de sentir el miembro con nosotros es necesariamente indeseable.

Los mejores resultados para alivio del dolor se han encontrado con la “terapia del espejo” un procedimiento que trabaja directamente con la mente y que ha sido la salvación de muchas personas en el alivio e incluso la desaparición de dolor con respecto a otras terapias. La forma de proceder es muy sencilla: se le pide al paciente que imagine o visualice que está moviendo la extremidad amputada,  simultáneamente la persona va a estar observando los movimientos de su otra extremidad en un espejo ubicado de tal forma que diera la impresión de ver en el reflejo la extremidad amputada moviéndose, causando una ilusión visual que el cerebro interpretará como el movimiento de la parte amputada.

 Caja de espejo utilizada en las terapias para combatir el dolor en miembro fantasma. Se introduce el miembro sano y se mira en la  lámina de espejo del centro dando la impresión de que las dos extremidades están dentro de la caja.

Desde nuestro enfoque de problema sin solución, un estímulo visual como éste produce en sí mismo una respuesta mucho mas contundente (dada la gran preponderancia que los seres humanos damos a nuestra visión a partir de la misma evolución biológica)  que las sensaciones dolorosas o molestas que inicialmente la mente producía como medio para solucionar el problema de perdida de órgano.

Quizás el éxito de la terapia del espejo consista en que como el shock emocional primario provino de la visión impactante de despertarse sin un miembro corporal que desde siempre nos había acompañado, precisamente sea a través de otro estímulo visual como el del reflejo del espejo como se da una respuesta categórica al problema de perdida de órgano, lo que progresivamente conlleva a que las sensaciones incomodas o dolorosas del miembro amputado no tengan ya razón de ser.

Como lo definen muchos autores de la salud y la medicina, para mi también la enfermedad es una manifestación de un conflicto emocional individual en desarrollo.  La cura para un padecimiento físico se encuentra en uno mismo, en la propia mente entendiendo que ésta se compone de cerebro, inteligencia celular e incluso aquello que llamamos alma o espíritu.  

Una enfermedad no es un castigo divino, ni la suerte que le tocó en la vida,  es un proceso del cual usted ha sido el protagonista pero no por ello significa que sea el culpable, todo lo contrario es un desafío de la vida que nos pone a prueba y que además nos impone categóricamente conocernos mucho mas a nosotros mismos, porque solo nosotros mismos conocemos la forma de solucionar nuestros conflictos y problemas emocionales.

Por tanto las enfermedades son entre otras cosas una motivación mayor para adentrarnos en el fascinante pero aun misterioso mundo de nuestra propia mente y llevar a cabo todos esos cambios que estamos en mora de ejecutar para nuestra salud y felicidad.
Quizás nos llevemos la sorpresa que todo aquello que nos hace sufrir, así como el dolor del miembro fantasma, no está mas que en nuestra propia mente.